En el mundo del trabajo existen prejuicios y creencias que limitan las posibilidades de obtener un empleo. “Los jóvenes consiguen trabajo más rápido” suelen decir algunos mayores, mientras que muchos chicos y chicas menores de 25 años manifiestan que no consiguen empleo porque no poseen experiencia suficiente o que las empresas no quieren contratarlos “porque los jóvenes no se comprometen con el trabajo”. ¿Qué hay de realidad y qué de mito en estas creencias? ¿Cómo modificar las que nos afectan negativamente?
Entre los beneficios que la sociedad occidental contemporánea adjudica al “ser joven” aparece la cuestión de tener mayores probabilidades de obtener y conservar un empleo. Sin embargo, basta hablar con algunos jóvenes para dimensionar las dificultades que poseen para insertarse en el mundo laboral. Desde su perspectiva, la falta de experiencia y algunos preconceptos de empleadores serían las causas principales. Por su parte, los adultos que superan los 40 y perdieron su empleo expresan que tienen muchas dificultades para reinsertarse en el mercado. Situación que repercute no sólo en ellos, ya que la mayoría posee familiares a cargo.
La realidad es que, si de números se trata, en Argentina los jóvenes prácticamente duplican el promedio nacional de tasa de desempleo. De acuerdo a cifras del INDEC del segundo trimestre de 2017, con un tasa media del 8,7% para la población general, la desocupación en los varones que tiene hasta 29 años es de 15,4% y entre las mujeres de esa franja de edad del 19,8%. Mientras que, para el rango que va desde los 30 a los 64 años, el porcentaje es de 5,5% y 5,9% para varones y mujeres, respectivamente.
Pero bien vale la pena cuestionar algunas creencias que suelen convertirse en prejuicios y afectar el ánimo de quienes están buscando trabajo, con un efecto auto-limitante.
En lo que respecta a los jóvenes, una de las más arraigadas es que, aun cuando cuenten con una buena formación (estudios universitarios en curso o finalizados, por ejemplo) carecen de experiencia suficiente. Es necesario recordar en este punto que muchos de ellos han tenido trabajos informales incluso antes de los 18, por lo que la recomendación es que hagan valer esta experiencia, aun cuando haya sido un trabajo “en negro” o hayan colaborado con algún negocio familiar. Por otra parte, existen empresas que prefieren postulantes con poca experiencia para formarlos y capacitarlos de acuerdo a sus necesidades específicas. En este caso, quienes seleccionan personal ponen el foco, principalmente, en las actitudes: ganas de aprender, sociabilidad, trabajo en equipo, responsabilidad, etc.
Otra creencia cuestionable es que “los jóvenes no se comprometen lo suficiente”. Como toda generalización, es errónea. A diferencia de las generaciones que les precedieron, la mayoría son conscientes de que ya no existe el “trabajo para toda la vida” y prioriza sus deseos e inquietudes personales (viajar, conformar una familia, continuar su formación, etc.) tanto como el conseguir y conservar un empleo. Pero de ninguna manera eso significa que no puedan comprometerse con el trabajo y asumir responsabilidades. Afortunadamente, la mayoría de las empresas lo saben y basan su criterio de selección en el perfil, lo cual no necesariamente incluye una edad específica.
Por su parte, los adultos que rondan los 40 años se enfrentan a otro tipo de creencias. Una de las más fuertes es la que considera que el mercado prefiere personas más jóvenes, por diversos motivos: mayor flexibilidad (por ejemplo, el estar dispuestos a trabajar más horas o a aceptar un salario menor), menos cargas familiares, mayor adaptación a los cambios, etc. Pero, como mencionamos, las personas más jóvenes tienen muchas dificultades para insertarse laboralmente. La estrategia a seguir para los mayores debe poner el foco en su experiencia, resaltando sus principales logros en empleos anteriores. Y demostrar que están dispuestos a incorporar conocimientos y a enfrentar nuevos desafíos. La situación de estar repentinamente sin empleo después de varios años es difícil y generalmente viene acompañada de incertidumbre y angustia. Sin embargo, tomar este cambio imprevisto como una oportunidad y estar abiertos a nuevas alternativas (por ejemplo, hacer un trabajo distinto o dedicarse a un emprendimiento propio) ayudará a obtener mejores resultados.
Finalmente, es importante mencionar que la problemática del desempleo en ambos grupos de poblaciones económicamente activas se está visibilizando y eso es algo positivo. Una muestra de ello son los programas de empleo que se promueven desde el Estado (nacional y, en algunos casos, por parte de los estados provinciales) y acciones llevadas a cabo desde organizaciones no gubernamentales, como Fundación PROEM. Estar atentos y aprovechar los beneficios de los mismos puede ser de mucha utilidad para mejorar las posibilidades de obtener el empleo deseado.