Me levanto de lunes a viernes a las 7 de la mañana. Me baño. Salgo hacia mi lugar de trabajo o enciendo mi computadora en forma remota. Culmino mi horario laboral a las 18 horas. Emprendo la vuelta a casa o, si me encuentro haciendo home office, guardo mis pertenencias laborales. Sé que al día siguiente me espera la misma rutina. Y al posterior día, y al otro…
La vorágine cotidiana es enemiga del descanso y el ocio. Las urgencias laborales muchas veces exigen al empleado más de la cuenta, a tal punto de que pueda verse impedido de decir adiós durante unos días. ¿Qué pasa cuando un individuo no puede gozar de sus vacaciones porque su mente sigue enfocada en su trabajo?
Se dice que el corazón y el cerebro funcionan mejor en las personas que viajan, las cuales, además, gozan de menores niveles de estrés, mejor autoestima y bienestar emocional. Más allá de la posibilidad de viajar o no (teniendo en cuenta este contexto de pandemia mundial, además de la situación económica de cada empleado), es recomendable (incluso, un derecho) tener una cierta cantidad de días a tu disposición para desenchufarte de tus obligaciones y realizar aquellas actividades que te generen placer. Si bien la cantidad de días a escoger depende de cada trabajador (y, por supuesto, de las condiciones de contratación), las vacaciones son necesarias para recargar la batería personal y, de esta manera, poder retomar las obligaciones con más energía.
En caso de ser necesario, podés destinar uno o dos días para realizar algún trámite personal que te haya quedado pendiente y que quizás no puedas realizar durante el horario laboral. Pero esta acción debería concentrarse en resolver algún pendiente puntual, sin extenderse a la mayor parte de los días que deberían estar abocados al goce vacacional.
A veces parece difícil tomarse unas largas vacaciones sin pensar en sus consecuencias. En cierta forma, para algunas personas, pareciera que tomarse vacaciones fuera un delito. Esto puede suceder cuando uno ha tenido una experiencia previa en la cual, al regresar de su merecido descanso, se ha encontrado con una gran cantidad de tareas pendientes o conflictos a resolver debido a su ausencia laboral. Para evitar esta tensa situación, es conveniente comenzar a pensar en las vacaciones unos días antes de que lleguen. Más allá de que es saludable planificar las vacaciones personales, el hecho de ir organizando las tareas que dejarás pendiente en tu trabajo, te ayudará a no pensar en ellas durante tus días de descanso. Es decir, saber qué has hecho y qué te espera a tu regreso, como también delegar a quien corresponda el encargo de dichas tareas, es una forma de organizarte mejor y no temer a aquel fatídico día en el que te toque volver de tus vacaciones. Cuanto mejor hayas organizado previamente tus tareas en el ámbito laboral, más desprendido podrás estar durante tu ausencia y, por ende, estarás más dispuesto a disfrutar de tu descanso.
En este sentido, es bueno tener en cuenta que todos somos prescindibles. ¿Acaso no has tenido alguna experiencia en la cual pensabas que un equipo podía verse desmembrado al partir uno de sus integrantes…? ¿Y qué pasó luego…? Lo más probable es que la empresa u organización haya continuado funcionando a pesar de esa partida. Por este motivo, poné todo tu potencial durante los días previos, hacé lo posible para dejar organizadas las tareas y despedite de tus compañeros para dar lugar a unas ansiadas, merecidas y felices vacaciones.
Redacción: Christian Rao, voluntario Fundación PROEM.